Durante el tiempo que trabaje como TC (Tour
Conductor) tuve la oportunidad de conocer el Perú un poco más, de conocer su accidentada
geografía, asi como también las formas de vida de las comunidades sociales
donde el Estado brillaba por su ausencia. En aquel tiempo observaba el comportamiento de
los turistas nacionales y extranjeros frente a las condiciones de vida de los
pueblos anfitriones. Entonces me percate de un problema muy grave: el
asistencialismo y paternalismo que iba en aumento por parte del sector turismo.
Puno se ubica dentro del eje turístico del sur
del Perú, ya sea de norte a sur o viceversa, los turistas en viajes organizados
o por su cuenta, pasan obligatoriamente por el Lago Titicaca. Los lugares a
visitar son Las islas flotantes de los Uros, Isla Taquile, Isla Amantani y
LLachon (este último ubicado en la Península de Capachica). El Lago Titicaca es
legendario, tienen un nivel casi mítico para los turistas que vienen de otros países;
desde niños aprenden que el Titicaca es el Lago navegable más alto del mundo y
por supuesto es uno de los lugares obligatorios, después del MachuPicchu, a
visitar. Y es en el Lago, del lado peruano, que viven hoy en día, comunidades
que gracias al turismo han logrado mejorar sus estándares económicos.
Sin embargo, hay un problema que opaca la
sonrisa de los niños de las comunidades anfitrionas. Los turistas extranjeros y
nacionales llegan con bolsas enteras de caramelos y chocolates para regalar a
los niños que encuentran en el trayecto o en los destinos turísticos. Varias
oportunidades llegue a contar hasta 50 grupos de turistas con un promedio de 15
cada uno, donde cada turista y en cola, para regalar caramelos a los niños que
se les acercaban; y muchas veces estos turistas iban hasta los niños que no se
les acercaban. Los niños agradecen con
una amplia sonrisa, pero sus inocentes y generosas sonrisas están opacadas por
las caries que invaden sus frágiles dentaduras; el blanco marfil de sus dientes
con el tiempo quedaran ennegrecidos y quizás perderán las piezas dentales.
Por otro lado, existe también, un espíritu paternalista
de traer lápices, colores, juguetes y otras cosas que de buen corazón traen
para regalar a los niños. Y al igual que lo comentado líneas arriba, son
siempre los mismos niños que reciben caramelos, chocolates, lápices, colores y
otras vainas más. Estimo que aquellos niños de aquí a un tiempo tendrán suficiente
material como para abrir una librería. Algo curioso es que al ingreso del
embarcadero de Puno, existen algunas damas que venden lápices, caramelos, lápices
y otras vainas para los turistas que por diferentes motivos olvidaron de traer
de sus países lo demandado. Las marcas
de los lápices de color y los caramelos son de marcas europeas. Lo que se “recauda”
del otro lado del embarcadero se vuelve a vender al inicio del embarcadero.
Conversando con los turistas de los diferentes
grupos que tuve el placer de acompañar, les explique que a veces son ellos los
que más alegría tienen al dar, con justa generosidad, los regalos que traen
para los niños. Sin embargo el impacto era más negativo que positivo. Ellos no estarían
allí para pagar al dentista. Que esos caramelos iban a causar más que una
sonrisa, y ese costo correría por cuenta de aquellas familias que viven en
condiciones difíciles. Además el hecho de andar llevando lápices y otros
regalos materiales, estaba creando a largo plazo un asistencialismo y
paternalismo. El problema es que el turismo masivo lleva siempre por los mismos
lugares, entonces siempre las mismas comunidades o familias, están recibiendo
fluidamente estos regalos.
Escribo esta reflexión y recuerdos porque en
esta temporada de navidad sucede casi lo mismo, pero de una manera interna.
Si se acostumbra de una manera masiva que para
estas fechas (Navidad) todos los niños deben recibir regalos, obviamente que
esto lleva a construir una necesidad obligatoria, que en vez de unir gratamente
la sociedad, hace todo lo contrario.
Las familias más pudientes colmaran con regalos
a sus hijos y los que están del otro lado de la muralla deberán conformarse con
los gestos “donativos”. En estas épocas,
brilla el lavado de manos, todos pretenden ser de buenos corazones, llevando
regalos que son de materiales tóxicos y de una nocividad extrema para la salud
humana. Solo basta darse una vuelta por los mercados mayoristas y allí están
los regalos hechos de plástico, a pilas, a cuerda, etc. La mayoría hechos en
China, hechos con manos de familias en niveles semi esclavistas; pero con
precio que son lo suficientemente abordables para cumplir la “responsabilidad
social” de quedar bien ante las amistades. Caramelos por kilos, listos para
atacar las dentaduras de aquellos niños que viven excluidos.
Hace 05 años me invitaron para formar parte de
un equipo para organizar una actividad por navidad por los niños. Les explique
todo el rollo que está arriba y además agregue:
-
¿Por
qué regalar esas porquerías en plástico? Esos regalos van a ser usados máximo un
mes y luego estarán botados por allí; no llenan las necesidades espirituales
que los niños desean. Regalemos mejor un arbolito, una plantita, un libro, un
paseo, un viaje. Regalemos una experiencia en familia que recordaran buen
tiempo. Si les regalamos un arbolito, este crecerá a la par con el niño; el
niño tendrá un amigo; se desarrollara una conciencia ecológica y además cuando
él sea grande será tan productivo como su arbolito. Sera un regalo de por vida.
Casi termino literalmente linchado. Todos
pusieron excusas de todos los calibres; expulsado y excomulgado.
Si se asume que en estas fechas se debe hacer
un regalo, deberíamos ser honestos y consecuentes para con aquellos donde se
llevan “donaciones”. ¿Serian capaces de regalar un Play Station4? O quizás es más
fácil comprar por kilos o docenas esas porquerías de aparatos de plásticos que
son nocivos para la salud pero que ayudan a lavar las manos de responsabilidad
social.
Si se va regalar algo, mídase el impacto:
social y ambiental. Que sea tan saludable y productivo como el regalo que les daríamos
a nuestros propios hijos. ¿O nos gustaría que alguien venga y le regale objetos
a nuestros hijos sabiendo que le causara cáncer o caries? Un poco de dignidad y
consecuencia, que aquellos niños no tienen la culpa de la miseria consumista de
este sistema.
Un abrazo fraternal, tengo semillas de Pallar
si desean regalarlos a algún niño.
Víctor D. Corcuera Cueva.